03 febrero, 2014

Eternidad

Concepto imponente. Demasiado ampuloso como para ajustarlo en pocas líneas, lo sé. Loquillo lo reivindica en varias de sus canciones. “Para ti la vida que te lleva. Para mí la vida que me quema. Tenías tanto que aprender y yo tanto por demostrar… Por un instante, la eternidad”. Así luce, por ejemplo, ese temazo con el que arrancaba “Crematorio” (serie espléndida basada en la novela homónima de Chirbes: viva el metalenguaje cultureta que he incluido en apenas un párrafo de innegable pedigrí: literatura, tele y música). Y, de inmediato, os pregunto: ¿en qué momentos habéis sentido la eternidad? Os dejo una estampa onírica. No la he contado mucho, la verdad. Quizá con el equipo del proyecto y, espontáneamente, en conversaciones con amigos. La última noche como “Explorador de Sonidos” (www.elexploradordesonidos.com), aventura que me absorbió durante un tiempo en un viaje sublime, la pasé en Roma. Tras un día precioso y agotador, llegué al hotel cargado de audios, imágenes y sensaciones. Escribí el post de mi bitácora particular, envié fotografías, me duché y, para exprimir mi estancia, salí de nuevo a despedir esta inolvidable odisea.

Caminé por el centro y me senté en la escalinata de la Plaza de España, donde se grabó una de las famosas escenas de la película “Vacaciones en Roma”. Observé el jolgorio a mi alrededor, intercambié impresiones con gente desconocida, saboreé un helado delicioso (valga la redundancia en Italia) y me sumergí en una especie de trance: celebrando la vida y el privilegio de estar en Roma. Me despisté tanto que perdí el último metro y, durante unos minutos, perjuré en arameo porque a la mañana siguiente mi avión salía tempranísimo. De pronto, de aquel absurdo descuido saqué petróleo. Una pequeña locura. Ni bus. Ni taxi. No. A altas horas decidí regresar al hotel, situado a unos cuatro o cinco kilómetros de allí, trotando por Roma, revisitando lugares memorables, fundiéndome en una suerte de sueño de una noche de verano. Y corrí bastante más de la cuenta, dando rodeos adrede, feliz, contemplando de madrugada la Fontana de Trevi, el Coliseo, el Panteón y todas aquellas calles empedradas sobre las que el eco de mis pasos sonaba a eternidad. Eternidad en la ciudad eterna.

(Uno de mis artículos en http://www.noticiasmadridnorte.com/opinion/firma-de-jgpalomo/. Gracias por el seguimiento, amigos. Un fuerte abrazo. @jorgegpalomo @gentedbh)

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡¡¡ME ENCANTAAAAA!!! J.

03 febrero, 2014  
Anonymous Anónimo said...

Salud y rockkkk, claro. Muy chula la historia, J. Saludos a tods.
Miguel.

12 febrero, 2014  

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